La película que salvó mi verano

Desde el comienzo de la pandemia se ha enrarecido todo lo relativo a los estrenos de cine. Películas retrasadas o lanzadas directamente en vídeo bajo demanda, otras estrenadas en cine y teniendo menos repercusión de la merecida…

Pero por fin empieza a haber algo de luz en el horizonte. Dentro de nada tendremos El Caballero Verde y el Escuadrón Suicida; en algún momento llegará Dune, quién sabe si a través de HBO o de la pantalla grande….Y seguro que hay más, pero así a bote pronto son las que más ruido están formando.

Las plataformas de streaming han sido la tabla de salvación de muchos, y no puedo dejar de insistir en las bondades de Filmin, con cuyos títulos «Otoño Tardío» y «Cuentos de Tokio» me he reconciliado un poco con la vida. Qué películas más hermosas, por dios.

¿La decepción gorda? Todo el Marvel Studios de Disney+, tres series alargadas hasta el exceso, repitiendo los males de Netflix con su Daredevil y el resto de los Defensores, ignorando una de las máximas del guión: entrar tarde y salir pronto. Loki ha sido una garantía de siesta fuerte todos los miércoles. Daba igual cuándo te durmieras, al despertar los protagonistas seguirían paseando con collarines por los pasillos de la agencia temporal.

«El Soldado de invierno y el Falcon» (porque «Halcón» no debe de estar en google translator) era una serie rodada sin ganas, con un discurso evidente e ineficaz al que algunos comparaban, no entiendo muy bien por qué criterio de pobreza cinematográfica, con el Arma Letal de Donner. No creo que ni un solo momento de esa serie se haya acercado al saber hacer de Donner, ni siquiera en los momentos más flojos de la tetralogía. Esta serie te hacía valorar más el trabajo de los hermanos Russo en las películas del Capitán América con los mismos personajes.

«Wandavision«, serie, en teoría, valiente y rompedora pero de forma muy superficial, solo sirve para confirmar que Paul Bettany, Visión, merece todo el reconocimiento del mundo. -Si te lo perdiste en «Destino de Caballero«, uno de los blockbusters veraniegos fallidos más interesantes que se han hecho, búscala en alguna plataforma-. Esperemos que Shang-Chi sea el entretenimiento delirante que prometen los vídeos vistos hasta ahora, y que Los Eternos tenga la grandeza que la obra de Kirby merece. Esperemos que Marvel nos recuerde por qué están donde están.

Sirva todo este preámbulo para situar un poco el momento como espectador que he estado viviendo: el audiovisual que se supone debía petarlo, no lo peta. Cosas como Mulán, Viuda Negra, La Guerra del Mañana…. Cine de gran presupuesto que se ha quedado en un gran meeeeeeeh y que ha ido directamente al olvido. Tenet fue esa película del año pasado que sí pero no, y no cambió la historia del cine como parecía que iba a pasar.

La que sí creo que se merecería su propio artículo es «Palm Springs«. En España creo que no se comió nada. Una película del estilo de «Atrapado en el Tiempo» que espero sea descubierta en los años venideros, porque no solo es una historia bien contada, es que, además, tiene un humor muy bestia en algunos momentos inesperados. Y es muy tierna a la vez, un equilibrio muy difícil.

Tampoco quiero que esto sea una queja contínua. Al menos, durante esta pandemia, he estado descubriendo joyas pasadas, de esas que nunca hay tiempo para ver porque requieren escabullirse un momento del aluvión de novedades. Se trata de películas muy interesantes, pero sin el impacto que un buen blockbuster con sus recompensas emocionales básicas te sabe dar.

Y es que echaba de menos ese CINE DE PETARLO.

Y un día descubrí que en Amazon Prime ya estaba Fast and Furious: Hobbs and Shaw.

Esta derivación de la saga principal, cogiendo dos o tres personajes para desarrollarlos en su propia historia me cogió totalmente por sorpresa. La saga original me aburre, mucho, muchísimo, y cada vez que Vin Diesel se pone serio e intenso, me quedo esperando que rompa, haga algún chiste autoconsciente y reconozca lo ridículo que suena. Pero nunca pasa, porque el tío se debe de creer que está haciendo Shakespeare con todo ese rollo de «La familia». Se aferra a su seriedad hasta parecer ridículo.

No sé si en estos grupos de tunning fiesteros de fin de semana tendrán la sensación de que están viendo algo profundo con las pelis de Rápido y Furioso. En mi mente, llena de prejuicios de cuarentón, pienso que sí, que se lo creen, que Vin Diesel les ha vendido la moto ( y el coche tuneado). Y solo ya por eso, la humanidad merece el exterminio. Pero no me desvío más.

Aquí, gracias a Dwayne Johnson y a Jason Statham, todo el rato con la media sonrisa canallita, haciendo bromas y metiéndose pullas, no hay nada de esa seriedad de cartón piedra. Son conscientes de lo que están haciendo, y se lo pasan bien. Está Vanessa Kirby, la princesa Margarita de The Crown, repartiendo tollinas también (más interesante que en Misión Imposible), y luego un Idris Elba en plan mega-macho pasadísimo de rosca. La película no da tiempo a pensar, aquí no hace falta mucha justificación porque ya sabes qué producto estás viendo.

Su falta de pretensiones artísticas, sus actores carismáticos hasta la naúsea, sus cameos (injustificados y divertidísimos) y su festival de chulería me han divertido más que cualquier otra cosa que haya podido ver en lo que llevo de año, al menos a nivel de las emociones cinematográficas más básicas. Si vas a violar las leyes de la física, si The Rock va a sujetar un helicóptero con sus propias manos, por favor hazlo de forma tan divertida como en Hobbs and Shaw.

Qué poca vergüenza lo del helicóptero, de verdad. Qué puñetera maravilla.

Esta es la película en la que eché de menos tener a un par de amigos al lado. Esta es la película que me hizo echar de menos la sala de cine. Esta es la película que salvó mi verano.

Los coches que devoraron París (1974)

¿Cuánto hace que no te acercas a una película sin saber absolutamente nada de ella? ¿Cuánto tiempo llevas sin enfrentarte a una película sin haber visto imágenes antes? ¿Trailers? ¿Fotos? ¿Críticas en revistas? ¿Comentarios en podcasts?

Conseguí acercarme a «Los coches que devoraron París» («The Cars that ate Paris», 1974) sabiendo lo mínimo.  La única información significativa era que se trataba de una de las películas de la etapa australiana del director Peter Weir, y ha sido una experiencia de lo más curiosa. 

Peter Weir nos ha dejado unos cuantos peliculones para la historia. «El club de los poetas muertos» es el más destacado, seguido muy de cerca por «El show de Truman«. Sólo con estas dos películas ya quedaría claro que al director australiano le interesa reflexionar sobre los conflictos humanos y la vida en sociedad. Y también que se merece un rincón entre los directores gordos GORDOS de la historia del cine.

Pero es que el resto de su filmografía sigue siendo jugosa: «Matrimonio de Conveniencia», «Master and Commander», «Único Testigo», «Gallipoli»…y otros logros más que se pueden comprobar en la wikipedia . Logros lo bastante significativos como para hacer algo de arqueología y buscar sus títulos casi olvidados de la década de los 70.

Hace un par de años vi  «La última ola» (1977), una cosa onírica con Richard Chamberlain de las de explotarte un poco la cabeza. Pero no la tengo fresca como para hablar de ella en detalle, así que vamos con «Los coches…».

«La última ola» (1977)

Lo que ha resultado ser no sólo una obra de su primera etapa, sino su primera película, es una historia original del propio Peter Weir, basada en una experiencia que tuvo en un viaje en coche. Y «París» no hace referencia a la capital francesa, ojo, sino a un pueblo australiano ficticio. Fue curioso descubrir esto sobre la marcha.

Sin entrar en detalles sobre la historia, digamos que sorprende, aunque hoy en día puede resultar algo lenta. Las atmósferas creadas son realmente inquietantes, incómodas, con ese puntito malsano de los pueblos que a Lovecraft se le daba tan bien retratar en sus cuentos. Incluso hay una especie de Mad Doctor al que le gusta hacer sus experimentos. Ni siquiera se llega a indagar mucho en ese tema, lo poco que se nos muestra ya resulta bastante sórdido (los locos llegando al baile del pueblo es un momento bastante logrado).

Y es que,  jugando más a sugerir que a mostrar, Peter Weir no necesita más que un par de gestos del alcalde del pueblo, John Meillon, para sumergirnos en el agobio más absoluto. Actor fallecido en 1989, resulta una pena pensar lo que este señor podría habernos dado como secundario, más allá de salir en «Cocodrilo Dundee».

John Meillon.

Comparte protagonismo con Meillon, Terry Camilleri, un actor que no me sonaba para nada, aunque revisando su imdb veo que ha sido una cara al fondo en bastantes películas, (y por ser el Napoleón de «Las aventuras de Bill y Ted»). Camilleri interpreta a un recién llegado a Paris, que será nuestros ojos a la hora de descubrir lo que está pasando en el pueblo.

Terry Camilleri

Viendo estas dos fotos, queda claro que no estamos ante un reparto de personajes carismáticos al estilo del Hollywood tradicional, aquí no hay un «guapo/majo» con el que identificarse. El alcalde es un tipejo retorcido y enfermizo, y el recién llegado es un pusilánime que provoca más lástima que otra cosa.

Alrededor de la relación entre estos dos personajes, transcurren una serie de conflictos y personajes que no resultan extraños a la filmografía de Peter Weir, por mucho que luego Hollywood se haya encargado de suavizar sus propuestas. Estamos ante el señor que hizo «Picnic en Hanging Rock»(cuyo remake debe estar a punto de estrenarse en Amazon Prime Video, si no se ha estrenado ya) y nos introdujo en el ambiente de los Amish en «Único Testigo». Su interés por las atmósferas «diferentes» ya está presente en «Los coches que…», aunque la ejecución resulte algo torpe.

Se trata de un film de bajo presupuesto, y se nota. Además, el «villano», ese coche con puntas del cartel de la película, tampoco es una amenaza muy impresionante. Supongo que porque la verdadera amenaza, la que le interesa al director, es la del ser humano.

Película primeriza y con recursos bastante limitados, pero si te gusta Peter Weir, merece bastante la pena.