El regreso de Mary Poppins

Volví a ver «Mary Poppins» hace una semana, consciente de que es una película Disney de mi infancia y, por lo tanto, mi recuerdo de ella está distorsionado y, probablemente, enriquecido por la nostalgia.

Canciones, dibujos animados y Julie Andrews. Vale, estoy preparado. Supercalifragilísticoespialidoso. Vale también.

Dirigida por Robert Stevenson en 1964 (hace más de medio siglo, oiga), uno de los hombres de confianza de la compañía (su filmografía está llena de títulos de imagen real de Disney, incluída «La Bruja Novata«, otro de esos clásicos que cualquier día recuperarán), «Mary Poppins», la original, la película que según IMDB dura más de dos horas, se pasa en un suspiro. De hecho creo que IMDB debe estar equivocada, porque esa película no parece llegar ni a los 100 minutos.

Enseguida escribo sobre la continuación, pero dejadme explicar un par de cosas antes sobre la antigua, que me sorprendieron, y mucho, para bien:

Es rápida. Rapidísima. No se para a dar explicaciones (muy Mary Poppins), los personajes aceptan la ruptura de la realidad sin más ni más, el realismo mágico se lanza a la cara del espectador, y si no entráis al juego mejor abandonad la película, porque avanza sin miramientos. Los personajes van de una situación a otra con un ritmo que se me hizo modernísimo. No hay tiempos muertos, ni pausa para la reflexión. Al menos hasta el último tercio de la historia, cuando llega la parte dramática de los problemas laborales del señor Banks. Pero, ese momento aparte, hasta una película de superhéroes se esfuerza en ser más realista hoy en día (vale, sin contar «Aquaman«, sobre la que escribiré otro día).

Julie Andrews y Dick Van Dyke están impresionantes. Él puede resultar algo bufonesco, quizá sobreactuado, pero tiene un carisma inmenso. Y Julie Andrews, además de tener unas facciones perfectas, que transmiten mucho con muy poco esfuerzo, se mueve de una manera que te deja alucinado. El director ya puede mantenerla bailando en plano general lo que haga falta, porque es elegantísima. No recordaba que Julie Andrews se moviera tan bien. Él, además, parece de goma, hecho con efectos especiales.

«Mary Poppins» no es solo una película antigua y bonita de Disney, es una obra maestra llena de aciertos, con grandes actores y un guión muy divertido, que no ha envejecido nada mal (¡La madre es una sufragista! Ese tema, y cómo se trata la relación con su machista pero bienintencionado marido, me pareció un elemento algo subversivo para tratarse de, simplemente, una película infantil…).

Redescubrir «Mary Poppins» con los ojos de un adulto ha sido una sorpresa inmensa, dejando muy altas las expectativas a la hora de ver la continuación.


Así que, ¿qué tal «El Regreso de Mary Poppins«?

Dura algo menos que la original, unos diez minutos menos, y aún así parece más larga. Hay algún número musical que contribuye a que la experiencia sea un poco más densa, aunque eso parece una demanda de los estrenos gordos de hoy en día, que todos deben pasar de las dos horas, y además notarse. El espectador debe pagar una entrada más cara de lo que era hace unos años, pero se le compensa por ello en cantidad. Los números musicales de la original duraban lo justo, quizá hasta un poco menos. Aquí duran, o parecen durar, un poco más.

Como continuación han sido super-mega-increíblemente respetuosos con la original. Vistas con una semana de separación, se aprecia el esfuerzo de producción para que todo parezca una parte del mismo universo: los escenarios, la luz, el vestuario… Algo que a Disney se le da por supuesto, esa excelencia en los medios de los que disponen. Ese es uno de sus valores de marca. Lo damos tan por supuesto que puede pasarse por alto el talento que hace falta.

Igual que la original, arranca sin demasiada justificaciones. Así es el universo de Mary Poppins, y punto. Daba un poco de miedo que, como signo de los tiempos, intentaran justificar un poco más el elemento mágico. Pero no hace falta. Los guiones de las dos películas podrían haber salido de las mismas manos. Casi. Es una sensación muy gratificante, aunque habrá que ver cómo lo aceptan los críos de hoy en día, los que juegan al Fortnite y esas cosas que ya empiezan a escapársele a un señor mayor. ¿Podrá el poder de Disney lograr el consenso de diferentes generaciones? Está por ver, y tengo curiosidad por saber lo que piensa un niño de 10 años hoy en día.

Rob Marshall, el director, tiene cierto prestigio como director de musicales en teatro y cine, que para mí es capaz de lo mejor y lo peor (hizo «Chicago«, pero también «Nine«). Sus películas siempre lucen bonitas, sean buenas o no. Pero no me gusta nada cómo monta sus números musicales. Estamos ante un director moderno, que busca dar a su película un ritmo moderno, y eso al parecer implica montar con mucha edición, y mucho cambio de plano. Muy «videoclipero«, en resumen. «El regreso de Mary Poppins» abunda en esta característica.

Supongo que un espectador al que no le gusten tanto los musicales agradecerá esta edición acelerada, pero es que a mí me gusta ver a la gente bailar. Me hubiera gustado poder apreciar los numeros musicales, poder ver a Emily Blunt dar más de dos pasos seguidos en el mismo plano. Ver a esos faroleros bailar en plano general durante unos segundos más.

En el número musical de «No juzgues a un libro por su portada» (o como se llame en castellano) me preguntaba si en algún momento vería a Emily Blunt bajar más de dos escalones en el mismo plano, y creo que no pasa. La sensación con la que salí del cine es que no había visto a gente bailando de verdad, sólo teniendo unos espasmos muy rápidamente montados unos detrás de otros. Como si no se hubieran aprendido los bailes enteros, sólo lo que tenían que hacer en cada plano. En la original ves a Julie Andrews y Dick Van Dyke enlazar pasos de baile, ves a unos bailarines en acción. Aquí la sensación es la de ver a actores haciendo el esfuerzo de parecer bailarines tras unos meses de entrenamiento.

Excepto el caso de Lil- Manuel Miranda, el coprotagonista de la película, que goza de bastante fama en Broadway. El tío baila bastante bien y se lleva bastantes planos de la película. ¿La pega? No tiene carisma.

Lil_Manuel Miranda

Este señor puede funcionar como secundario, tener algunos momentos simpáticos, pero poco más. Es blando, anodino, y puede pasar tan desapercibido como unas canciones que funcionan bien pero se te han olvidado al salir. Ni siquiera la «Trip a little light fantastic» se te consigue quedar. Y no creo que sea una cuestión de que las de la original llevan años sonándonos, como he oído argumentar en algún podcast, y estas nuevas sólo han sonado dos semanas. Si una canción está bien se te queda al instante. Creo que la última gran canción de Disney ha sido el «Let it go«, que se te pegaba sí o sí, maldición. De estas nuevas ni una, sólo rascan algo de emoción cuando suenan notas del score original. Un esfuerzo notable pero no memorable.

Un actor con poco carisma, un montaje algo cansino y unas canciones simplemente funcionales son los únicos puntos negativos de una película que se agradece ver en el cine, que incluso recupera animacion tradicional (hábilmente mezclada con un disimulado uso del ordenador) y que tiene momentos tiernos, un buen guión, homenajes maravillosos al cine de Disney con el que hemos crecido varias generaciones y una Emily Blunt con actitud de «no hay otra actriz mejor para este papel«.

Y es que esta señora parece poder hacer lo que sea, y quien haya visto «Al filo del mañana» sabe a lo que me refiero.

https://youtu.be/o6u5-2CPHPc?t=85


En resumen: ¿Pasará a la historia como una gran película?. No lo creo. Disney está tirando de éxitos pasados para mantener en marcha su conquista de la taquilla (secuelas, versiones en imagen real…) pero ninguna tiene la suficiente entidad como para hacerse un hueco en la memoria del espectador. Aún así, ¿merece la pena verla en el cine? Por supuesto.


«Los Increíbles 2»

Decir que «Los Increíbles 2» era una película esperadísima suena a obviedad. Brad Bird , el director y guionista de la primera, dejó bien claro hace tiempo que habría secuela, pero que no tenia prisa por hacerla. Lo cual nos dejaba en el optimista territorio de «La hará cuando la idea mole, y si no, no«.

Partiendo de esto, y sumando el hecho de que sus otros trabajos como director han sido entre notables y sobresalientes: «Ratatouille», «Misión Imposible: Protocolo Fantasma» y «Tomorrowland«, no cabía esperar menos que una excelente película del verano. (Y antes de todas éstas ya había parido «El gigante de hierro«, la que quizá sea su mejor obra. Hasta Spielberg la ha homenajeado en «Ready Player One«)

Hablar de técnica en Pixar resulta hasta un poco cansino. Las escenas de acción son espectaculares, la iluminación te deja sin habla, y la expresividad de los personajes sigue yendo más allá cada vez. Hay un salto técnico impresionante entre la primera parte y ésta, separadas por unas cuantas películas y 14 años de refinamiento tecnológico. Lo del ceño fruncido de Bob Parr, Mr Increíble, es para dedicarle una sola entrada en un blog de animación. Qué expresividad, madre mía.

Las escenas de acción son vertiginosas, impactantes, mucho más allá del hecho que estén hechas por ordenador. Creo que sólo Misión Imposible puede superarla este verano en ese sentido. La habilidad de Brad Bird para «mover» la cámara y meterte de lleno en la acción es de aplaudir. Lo de Elastigirl deteniendo un tren en marcha es como para desear que este señor dirija alguna película de Marvel ya mismo, y de Spiderman a poder ser.

Pero si pudiera parecer que son las escenas de acción el fuerte de una película dedicada a personajes con poderes, ojo a la cantidad de tiempo que el metraje dedica a conversaciones entre personajes. Brad Bird no se corta un pelo a la hora de meternos en una discusión de pareja el tiempo que nos haga falta, o en una charla con tintes femenistas entre la protagonista y una empresaria. Las opiniones son adultas, las reacciones lógicas y los diálogos muy jugosos. Mucho más, creo, que en la primera parte.

Esto no quiere decir que la película me haya parecido mejor que la primera, si es que son necesarias ese tipo de comparaciones entre una obra original y su secuela.

¿Mejor? ¿Peor?. ¿Qué sentido tiene comparar experimentar una obra original a la que nos enfrentamos por primera vez, sin ideas preconcebidas, con experimentar una continuación a la que ya vamos con todo un ejercicio previo hecho? No estoy seguro de que sea un ejercicio muy fructífero, y casi que me parece más valioso comparar secuelas de películas diferentes entre sí.

Por ejemplo, enfrentar «Monstruos University» a «Los Increíbles 2«, puesto que me parecieron experiencias muy similares con respecto a las originales: secuelas apabullantes a nivel técnico, dignas secuelas en las que los personajes siendo fieles a lo establecido en la primera parte, pero en las que el mensaje queda algo diluído a favor de hacer algo más entretenido y menos denso. Tanto «Monstruos University» como «Increíbles 2» creo que siguen unos patrones similares, que incluso comparten con «Buscando a Dory«. Son secuelas notables, en las que se juega con personajes cuyas historias ya se contaron en unas sobresalientes primeras películas, y cuya vida se intenta prolongar algo artificialmente.

Eso no quiere decir que no haya un gran talento detrás, que lo hay y se nota. Pixar lo hace bien. Lo hace sólido. Merece la pena pagar la entrada. Es sólo que las experiencias resultan menos impactantes.

Por una parte, la película parece un poco fruto de su tiempo, con todo el tema de la reivindicación feminista por medio. (Muy bien llevado, eso sí). Y por otro lado, los personajes sufren una pequeña involución: «Los Increíbles» acababa con la sensación de que los superhéroes habían sido aceptados de nuevo por la sociedad, que la familia Parr por fin había recuperado su equilibrio y que serían felices para siempre combatiendo el mal como una familia unida.  Sin embargo, «Los Increíbles 2» se ve forzada a recular un poco para tener algo más que contar sobre esta familia. (Y no voy a dar más detalles para no reventar nada).

Cuando salí de ver la primera parte, la escena en la que Dash corre sobre el agua, su primera vez usando sus poderes sin reprimirse, se me quedó en la cabeza grabada. Hasta que pude volver a verla la semana siguiente y confirmé que se había convertido en una de mis escenas favoritas de la historia del cine.

¿Te suena exagerado?. No lo creo.

Ojo a cuando Dash abre los ojos, (minuto 2:48 del vídeo que enlazo abajo), la música baja y sólo oímos sus pies chapoteando, luego la música vuelve a subir y él se ríe, y acelera. Ojo a ese momento, porque lo tiene todo: no sólo es una escena espectacular a nivel técnico, cómo juega con todos los elementos visuales y sonoros. Además es un punto de inflexión en el personaje, su eclosión como superhéroe. La risa de Dash es puro gozo, y le confiere una vitalidad que resulta difícil de imaginar en un personaje generado por ordenador. Es un momento espectacular que además está cargado de significado. Resultado : se te graba a fuego.

https://youtu.be/xFRn5LfoSuU?t=50s

En la segunda parte he echado de menos algún momento así de memorable, por mucho que todo lo que tiene que ver con Jack Jack te hace troncharte de risa.  Los personajes no evolucionan tanto como en la primera, y tienen mayor peso las andanzas superheróicas. Se trata más de una sucesión de acciones espectaculares alternando con gags de la vida casera de personas con poderes. No estás tan metido en la psicología de los personajes,  no estás tan implicado con la situación de la familia Parr, por lo que resulta más fácil de olvidar lo que has visto a la salida del cine. Todo muy bonito, pero la película de referencia seguirá siendo la primera.

Aún así, lo que hace Brad Bird con esta secuela es increíble, claro.